Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

21 oct 2014

LA PAYASA (SEGUNDA PARTE)

Demasiado pronto puse fin a la historia de la payasa, porque cuando volvía del paseo… allí seguía, intentando desasirse de aquellas ligaduras naturales.
-¿Pero todavía no te has liberado?-Le pregunté curiosa.
-¿Y tú, todavía sigues ahí?-Me interrogó ella, sin cesar de intentar soltarse.
-No. Que estoy volviendo del paseo ya.
-No consigo sacarme esto, dichosas ramas…
-A ver si va a ser una planta carnívora.
-No me asustes, oye.
-Y no ha comido hoy…
-Calla, calla, que estoy empezando a perder los nervios ya.
-Y le gustan las payasas.
-Ay, ay, ay…
-Sería paradójico, ¿verdad?... vienes a recoger alimentos para zampar y te engullen a ti, enterita además, jeje.
-No te hagas la graciosa, por favor.
-¿Yooo?… no. ¡Si la payasa eres tú!
-Dichosa, dichosa planta…
-No te preocupes, mujer… creo que esta no es zona de carnívoras. No te ayudo porque tengo que irme ya… que estoy esperando una llamada urgente. Hasta otra, amiga.
-Ya… lo que siempre se dice. Adiós.
Y me voy, por el camino veeerde que va a la ermitaaaaaa que va a la ermitaaaaaa.


                                                   CONTINUARÁ

Ángeles Córdoba Tordesillas ©





3 comentarios:

  1. De verdad que no hay quien se relaje contigo, Dª Peyorativa. Estaba yo en un sin vivir, esperando a saber que pasaba en la segunda parte con la pobre payasita, enredada en su ensalada, y, mira por dónde, vas y ahora te largas por una llamada telefónica y nos dejas, a mí con las ganas de saberlo y a ella en su lío. ¡Ya te vale!

    Y, hablando de líos, ahora me has recordado al que se le montó sin comerlo ni beberlo a una evanescente veterinaria vegetariana que conocí en cierto zoo y olvide hace poco perdida en esas jaulas de bichos raros que frecuenta...

    Espero que la planta no se coma a la payasita, mientras yo me como las uñas hasta que lea el desenlace.

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  2. Fátima Reyes Garcia26 de octubre de 2014, 0:04

    Otra vez nos interrumpen tus llamadas...jijjiji

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    1. Ya ves cómo son las cosas, Fátima... ¡Esas inoportunas llamadas!

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