Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

22 oct 2014

LA PAYASA (TERCERA Y ÚLTIMA PARTE)

Casi llegando a mi casa, me sentía algo incómoda. No me había quedado muy contenta, dejando en medio del huerto a la payasa, tratando inútilmente de zafarse de esa especie de trampa vegetal, en donde había quedado atrapada. Así que emprendí de nuevo el camino hacia el huerto de marras:
-Hola.-Saludé a la payasa.
-¿Otra vez tú por aquí?-Preguntó con gesto de contrariedad.
-Sí… vengo buscando un final para mi relato.-Respondí, sonriente.
-¿Y qué quieres que yo haga?- Dijo, como es natural, con pocas ganas de colaboración.
-Nada en especial. Vengo a desenredarte de esas ramas “atrapadoras”.
-Bueno, gracias. Más vale tarde que nunca. Llevo mucho rato y no lo consigo.
-Déjame que vea… por aquí, por allá… esto va bien… ¡Ya está!
-Estupendo, muchas gracias. ¡Qué liberación! En señal de gratitud voy a regalarte estos calabacines.
-¡Oh, genial! Los guardaré para mis amigos: Susana, Pepa, Diana, Manolo, Fátima, Arantza, Elicia, Marlene, Sebastián, Francisco, Frank, Gautxori, Yoda, Silvia, Inmaculada, Antonio, Milagros, House, El Pregonero, etc. porque si no, les va a costar creer que esto me ha sucedido.
-No, creo, mujer… si son tus amigos, creerán lo que les cuentes…
-No sé qué decirte… Les tengo acostumbrados a muchas historietas, ¿sabes?... Y no son precisamente corrientes. Son, más bien, algo extravagantes, las historietas digo, no mis amigos.
-Bueno, tú misma. Yo te regalo estos calabacines por haberme liberado y tú haces con ellos lo que quieras…
-Muy bien. Verás cómo se van a poner de contentos… Tocan a uno por cabeza.
-¡Otra vez!-Protesta la payasa.
-¿Y ahora qué sucede?-Le pregunto anonadada.
-Mujer, ¡que he me vuelto a enganchar! Ahora se me ha colado el poste éste, dentro de la chaqueta… uf, no salgo de una y me meto en otra…
-Tranquilidad. Que no cunda el pánico… aquí estoy yo para rescatarte las veces que sean necesarias. Pero una cosa te digo… piénsatelo para la próxima vez un poco más, antes de colocarte este atuendo. Te está complicando la vida una barbaridad...

Enfrascada estaba en liberar la chaqueta de la incauta hortelana, cuando de repente un vozarrón masculino me grita:
-Oiga, ¡¿qué hace usted en mi huerto?!...¿Me quiere robar el espantapájaros?
-¿Qué espantapájaros?... Estoy aquí, hablando con, con… -Titubeé.
-Hablando sola. Y desenganchándome el espantapájaros, ¡que la estoy viendo, diantre!
-No, no, qué va… Aquí hay un malentendido. Mire, no vaya usted a creer que soy una alucinada, ¿eh? que no. Ayer cené unas setitas pero vamos que no creo que… Solamente pasaba por aquí… quiero decir… ¡¿Pero por qué han puesto a un payaso de espantapájaros? No lo entiendo!
-Venga, vaya saliendo ya, que no hay nada que entender… a ver si voy a entrar a buscarla.
-No, que ya salgo. Verá, como tengo bastante imaginación, pues… vamos que quiero decir que…
-Sí, sí, déjese de explicaciones, venga, venga… me va a decir ahora que se dedica a escribir relatos y diálogos y los publica en un blog para que los lean sus amigos ¿verdad?
-¡Eso es! ¡Justamente eso! Ha dado usted en el clavo.
-Anda, salga de una vez, a ver si voy a tener que llamar a la policía…
-¡Pero, oiga, escúcheme!, que esa es la auténtica razón por la que estoy aquí… ya ve que estoy en mis cabales.
-Sí, sí, dese prisa que se me agota la paciencia.
-(¡Qué cosas hay que ver!, este hombre, en vez de querer llevarme al huerto, me saca de él. Está bonito eso)…Nada, nada, no se preocupe que me voy con viento fresco.
-Ya está tardando… Váyase con el viento o con lo que quiera... ¡Pero deje esos calabacines donde los ha encontrado, caramba!
                                                       
Ángeles Córdoba Tordesillas ©




6 comentarios:

  1. ¡¡Jajajajajaja...!! Ovación y vuelta al ruedo con las dos orejas y el rabo de un calabacín.

    Me ha encantado. Eres genial.

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    1. Gracias Francisco. Sin remedio... os habéis quedado sin calabacines pero, al menos, tenemos un final para la historia.

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  2. Fátima Reyes García25 de octubre de 2014, 23:59

    Jijjiji...eres única Ángel,gracias por estos preciosos regalos...haremos calabacín relleno con bechamel...muaks!

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    1. De nada, Fátima. Creo que tendréis que hacer "calabacines rellenos con bechamel y con viento fresco"...
      Gracias por tu comentario, amiga.

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  3. Que pena que no hayas podido regalarme ese calabacín regalado por el espantapájaros. La intención vale mucho más que el calabaciín. Pero puedes volver y hablar de nuevo con tu amiga la payasa y que te regale los frutos de su huerto, porque estoy convencido de que la dueña es ella y no el hortelano que quería llamar a la autoridad.
    Me parece tan divertido, tan maravillosamente fresco, tan original y tan bien contado, que ya estoy contento..

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    1. Y yo mucho más contenta, Manolo, de que hayas pasado un buen rato con esta "payasa del huerto".
      Sinceramente, veo difícil el volver a entrar en "ese terreno"... Pero si es por los calabacines, no te preocupes, yo te envío los que quieras para cenar en Nochebuena. Gracias por andar por esta nube libre de autoridades.

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