Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

12 nov 2014

UNA HISTORIA SIN PIES NI CABEZA... (SEGUNDA PARTE)

Tras prolongadas pesquisas y una infructuosa búsqueda en facebook, Ambrosio, ahora conocido por todos como Inés Leonor, logró encontrar a la donante de su nombre y, a su vez, poseedora del suyo a causa de aquella amistad fulminante, en un anuncio por palabras en la sección de contactos de un periódico que tiene un suplemento especial los domingos. Enseguida le llamó la atención lo que vio escrito:

“Inés Leonor original, busca”.

Supuso que era un mensaje en clave, de sol, fácilmente descifrable. Rápidamente se pusieron en contacto telefónico y se citaron en la esquina en donde había tenido lugar aquél encuentro, flamante y peculiar, el día de autos, pero más de cornisas.

La alegría fue mayúscula por ambas partes. -Seguramente debería escribir alegría con mayúscula para que esta afirmación fuera más gráfica pero no me da el ingenio para tanto- Prosigo, no obstante.

Ella se presentó vestida de forma sencilla como acostumbraba. Portaba un ligero y elegante orinal en la cabeza y un bolso a lo titiritero, a juego con la blusita de fino estampado, algo escotada, sin ánimo de provocación alguna, Dios la asista. Iba, sin lugar a dudas, mucho más cómoda que aquél inolvidable día.

Ambrosio, alias Inés Leonor en la actualidad, a espera del anhelado intercambio de nombres por segunda vez, se presentó con el mismo traje y por ende con aquella histórica y deslucida chaqueta, aún sin llevar a la tintorería; pues tenía pánico a que se encogiera y desagradables pesadillas por las noches, cuando dormía, por la misma chaquetera razón.

Se saludaron con una sonrisa y un estrechón de manos, para guardar las apariencias… en el bolsillo.

Quiero destacar el hecho de que, a pesar de la mutua simpatía y empatía-especialmente esta última- que ostentaba esta pareja y de que la forma de conocerse pareciera haber sido argumentada por un enrevesado y despiadado destino para que culminara aquello en una relación sentimental; ya que, aunque ella apenas había cumplido los ochenta y dos años y él ya había hecho los cuarenta y seis, no era esto óbice para que no se hicieran pareja de hecho -pues ambas cifras sumaban diez, con lo cual no hubiera habido ningún conflicto de intereses numerológicos-sino porque el hombre estaba felizmente casado y ella vivía con su loro, y estaba acostumbrada a escuchar los silencios entre monólogos.

Así que cuando expresaron su felicidad, después de ese periplo nominal e informático, por conseguir encontrarse, se contaron sus aventuras hasta llegar al día presente. No me refiero a las amorosas, ambos eran celosos y también de su intimidad. Dijeron de quedar como amigos para el resto de sus vidas -y los amigos de sus amigos son los amigos de todos-.Y se sintieron dichosos por tener la oportunidad de recuperar sus identidades perdidas. Se despidieron, sin ir a tomar nada en una cafetería que había allí cerca muy mona, con escaparate que daba a la Calle Arenal. Ninguno de los dos lo propuso y tampoco hacía mal día como  para estar un rato a la intemperie. Además, había que tener en cuenta que él aún estaba en paro, seguramente de forma injusta, sin un fundamento más que la desaprobación de un género femenino no atribuible a su genético cuerpo de caballero, pero ése es otro cantar de cantares.

Finalmente, como ya no había peligro de intercambiarse accidentalmente más que el orinal de ella, al que no le tenía demasiado apego, pero que le sentaba fenomenal, se fundieron calurosa, afectuosa y literalmente, en un abrazo de despedida provisional, hasta que volvieran a encontrarse en algún otro anuncio por palabras o en cualquier cine, un día del  espectador -domingos y festivos tiene otro precio-, por el aprecio mutuo que se habían tomado.

Desde que son una misma persona, cada día realizan al alimón, las labores del hogar, primero, y después se dedican a enviar los currículums de Ambrosio. El entendimiento entre ellos es perfecto, el único problema es que la mujer, por parte de él, o sea, de la parte masculina de esta fusión, no termina de estar cómoda con ella. Especialmente, como es de imaginar y comprender, en los momentos de intimidad, a pesar de que, -eso nunca lo pone en duda la esposa- los modales de Inés Leonor son exquisitos, absolutamente irreprochables, y tiene buenas formas hasta en los peinados.

-Ambrosio a mí esta fusión me convence menos que un paraguas de papel y con agujeros.

Ambrosio como no era hombre de discutir se calló e Inés Leonor dijo por él:

-Pues señora mía, tiene usted toda la razón, pero… son cosas de las amistades de hoy en día.

Ya lo decía mi abuela… a sus noventa y pico años “Es que los tiempos del futuro no serán como los tiempos de ahora”…

El loro, por su parte, ya que también tiene pico, sin el noventa delante, le da la razón a mi abuela, aunque al pobre animal solitario, nadie le ha preguntado nada. Sigue en la casa de Inés Leonor esperando a que, su fusionada amita, pase a darle de comer cada tarde a la misma hora. Está algo más flaco y está aprendiendo a recitar versos para superar la depresión que le produce esa soledad impuesta.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


El pobre y mustio loro de Inés Leonor, llevando fatal la situación actual. 

12 comentarios:

  1. Jajajaaja ¡¡genial!!.
    Y como en los cuentos "fueron felices y comieron perdices", aunque no todo sea de color de rosa. Y al pobre loro lo hayan dejado solo y en la miseria.
    Me ha encantado y como siempre me he divertido, alguna carcajada ha salido de paseo mientras te leía.
    Un beso!!

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    1. Cuánto me alegra que te hayas divertido con Ambrosio e Inés Leonor. Gente sencilla, sin pretensiones de pasar a la historia...y sin embargo, sintiendo vuestro gran afecto. Muchas gracias por tu comentario, Arantza. Ya he escrito una tercera parte... Espero que te siga interesando la continuación de la historia de esos personajes.

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  2. Original y divertidísima esta segunda parte de tu relato. Me encanta tu sentido del humor, tu ironía, tu mordacidad en ocasiones. Tus personajes rezuman ternura, que maravilla. Deberían tener más capítulos, nos quedamos con las ganas. Un beso corazón.

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    1. Creo que es el momento de confesar que hoy mismo he escrito el tercer capítulo de esta tremenda historia, animada por vuestra excelente acogida. Y ya estoy pensando en una cuarta... Espero que os sigan divirtiendo las aventuras y desventuras de estos dos personajes tan peculiares. Muchas gracias por tu comentario tan reforzante, Manolo.

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  3. Fátima Reyes García13 de noviembre de 2014, 21:00

    Quizás me repito demasiado,pero sólo puedo decirte que eres única...yo también he reído mientras leía,pero a la misma vez,el trasfondo de esta historia sin pies ni cabeza (solo aparentemente) me ha calado hondo...esa es mi percepción,Ángel.

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    1. Qué gran cariño transmites con tus comentarios, Fátima. Muchas gracias por ellos. Me encanta escribir cosas que os hagan pasar un buen rato y si, además, le encontráis un sentido a lo que -aparentemente- no lo tiene, y veis un trasfondo agradable, me siento muy satisfecha. Un abrazo, única Fátima. Pronto publicaré un tercer episodio de esta historia sin pies ni cabeza... pero con mucho corazón.

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  4. No he podido evitar "oírlo" en mi cabeza con las voces de Tip y Coll. Habrías sido una excelente guionista para sus actuaciones. Felicidades, artista.

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    1. Casi nada, Francisco.Menudo halago... Has ido a nombrar a dos de los más grandes del humor de este país. Muchas gracias por valorarme tan alto. Espero seguir teniendo la oportunidad de escribir estas historias para que en tu cabeza esas vocecitas te las vayan leyendo,

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  5. Fátima Reyes García14 de noviembre de 2014, 23:29

    Espero impaciente la próxima entrega!!...;)

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    1. El siguiente capítulo está escrito pero no publicado. No hay posibilidad de hacerlo en este blog, Fátima. Lo siento.

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  6. Ángeles eres un primor y permíteme que te lo diga desde el corazón .No sé de dónde sacas tanta imaginación en tan sólo unas horas .Y yo que pensaba que en el facebook todo es posible pero claro esta historia es humorísticamente complicada y nada común jajaja.Estos personajes deben seguir aquí hay mucho que contar aún ,eso sí ,te comento que la historia es digna de dos grandes Tip y Coll y digo esto por el anterior comentario de tu amigo Francisco ;ellos empezaban y te podías esperar cualquier cosa por muy remota que fuera .No me quiero extender pero Ambrosio e Inés Leonor tienen que llegar a un punto de encuentro mejor ....pobre loro ,no me extraña que le dé la razón a tu abuela y que esté aprendiendo a recitar versos para no caer en depresión ( con razón dicen que la poesía es el alimento para el alma) y a esperar que toda la fusión de identidades se normalice y no pague (el loro) él .Qué inusual y bonita historia ,vamos que ya les tengo cariño y también quiero más ,aunque miedo me dá pero del que alegra el corazón . Aunque pienso también como Inés Leonor que muy acertada le dice a Ambrosio esta fusión me convence menos que un paraguas de papel y con agujeros y con la ventaja ( porque todo hay que decirlo) que le da estar fusionada se contesta ella misma ''tiene usted toda la razón '' jajaj menudas amistades de hoy en día . Un gran beso y se queda pequeño para el que te daría si estuvieras aquí a mi lado.

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    1. Como le he comentado a Fátima, Joaquina, la tercera parte está ya escrita pero por una cuestión de organización no podré publicarlo en este blog. En cualquier momento, si tienes interés en conocer lo ocurrido con estos personajes, te la enviaré por privado. Muchas gracias, amiga, por estos halagos tan impresionantes. Un abrazo muy grande porque me ha llegado ese beso morrocotudo, preciosa.

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