Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

16 jun 2015

CARDOS PERPLEJOS

A última hora de la tarde de ayer, descubrí unos cuentos cardos cambiando impresiones sobre cómo había ido el día.
Estaban muy serios. Al parecer, les resulta inquietante, el paso por delante de algunas personas que andan ensimismadas en sus pensamientos y que no responden a sus saludos. No terminan de comprender esta actitud tan fría por parte de algunos, entre los cuales confieso que a veces me encuentro- (Porque es verdad que una presume de ser educada con todo el mundo pero reconozco que con ciertos vegetales tengo mis reservas).
Los cardos, por más que os cueste creerlo, son seres muy educados, afectuosos y sensibles. Si tienen oportunidad te rodean con sus pinchos encantados. Pero hay que permitírselo.
Verás, la próxima vez que pases delante de ellos, no les tengas miedo. El exceso de prudencia es innecesario con estas cariñosas especies. Te acogerán amablemente como si fueras uno más de ellos. Sus pinchos son los tuyos. Acércate, acércate…
Y luego búscame y me cuentas... si me encuentras, claro.

Ángel C. T. ©

Fotografía hecha con estas gafitas que Dios me ha dado.

2 comentarios:

  1. Quedaste atrapada...no me extraña porque son preciosos esos cardos, han salido muy favorecidos en la foto y así, engatusan a cualquiera. Besitos

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    1. Me engatusaron completamente, sí. Sobre todo por su sencillez y sinceridad. Gracias, Susana

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