Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

20 jul 2015

EL CORDERO CONFIADO

Purita se lamentaba porque siempre había confiado en él y él siempre le había engañado. Se decía a sí misma:

-Tonta, tonta de mí, por haber vuelto a creer en él.- Y se golpeó tanto la cabeza por el enfado que se le quedó triangular.- ¿Qué le voy a hacer... cómo me prevendré contra él y sus engaños? A partir de ahora, con la cabeza como un triángulo, intentaré estar lo más atenta posible a sus embutes y líos para no tener que disgustarme otra vez, y que la cabeza se me quede tiesa o abollada de tanto golpearla. A ver si aprendo por dónde me viene el aire o llega este bandido, disfrazado de todo menos de forajido, a trasquilarme . ¿Cómo iba yo a suponer que alguien en quien confiaba ciegamente, iba a engañarme de esta manera? Puede ser que sea demasiado inocente, como dice la gente o él demasiado engañador... como digo yo.

-Claro, a ver si espabilas, que alguien que es capaz de negarte una evidencia durante años, que resultó cierta, ¿cómo no va a conseguir de ti lo que quiera?-Le dice fulanita, amiga de la ingenua.
-Manipulación llamo yo a eso-dijo Purita- mirar sólo por los intereses propios a costa de lo que sea, así se chinche y rabie o le de una crisis de ansiedad galopante, con ataque de llanto incontrolable.

Aquél engañador, astuto como el hambre, nunca se sintió responsable de sus engaños, normal, suele pasarle a la gente de laxa conciencia. ¿Para qué... si quizá pronto lo volvería a hacer o al menos a intentarlo? Total, ¿qué importancia tiene ser deshonesto con quién siempre te es leal y confiado, si a cambio consigues los objetivos deseados? ¿Tiene castigo eso, acaso, para alguien que dejó de creer en el infierno?

Así, vamos algunos por la vida. Unos engañados y otros engañadores. "Bobos" los primeros, por ser demasiado inocentes, "listos", los segundos, por ser demasiado lobos.

Corderos confiados, como Purita, que balan cuando algo les duele… y balan, a pesar de que seguirán confiando, ineludiblemente, pues ésa es su naturaleza. Y estos  corderitos confiados, también, a pesar de los pesares, serán siempre leales a ella.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©2014


Fotografía, de Purita, hecha con estas gafitas que Dios me ha dado.

3 comentarios:

  1. En todo el mundo hay Puritas y Puritos, de los que engañan y de los que se dejan engañar aun a sabiendas de que los engañan. Divertido y original tu relato Ángel.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Manolo, por tu comentario.
      Sí, en este aspecto tampoco el sexo no es algo diferencial. Se trata de personas. Algunos son engañados no a sabiendas, al menos no de forma consciente... algunos lobitos son verdaderamente sagaces.

      Eliminar
    2. Y algunos corderos dan demasiadas oportunidades.

      Eliminar