Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

24 jul 2015

ENAJENACIÓN MENTAL TRANSITORIA

-Domingo, ¿dónde has colocado el cuarto de baño en tu última crisis? Necesito saberlo de inmediato, a la de ya… no te digo porqué pero puedes imaginarlo.
-No recuerdo muy bien, Jesusa, creo que detrás de la cocina…
-De la cocina acabo de volver y no he visto nada allí… A ver si va a estar donde el trastero… Desde luego, como pille al arquitecto ése, tan moderno, que hizo la casa, con estos tabiques movibles, no va a tener península para correr…
-Pero el pobre no sabía nada de mis síndromes…
-Claro, ahora tú misericorde… Me llevas ventaja en eso. Préstame tus zapatillas de estar por casa que te has puesto otra vez mis alpargatas y mi bata de güatiné. Lógico, lo primero que has encontrado a mano. No me gustan nada, en absoluto, estas novedades para la cosa de las viviendas y otras concordancias. Soy mucho más tradicional, por eso me casé contigo, así sin pensar las consecuencias; tus padres dijeron a los míos que eras un buen chico y hala, la boda por delante. Ahora mira, ni el baño encontramos… y a esto lo llamarán hogar… qué sé yo… no quiero desesperarme
-Jesusa, no vuelvas con ese tema que creo que me va a dar otro ataque y no estoy preparado para defenderme de mí mismo…
-Tranquilo. No merece la pena, por un baño que cambia de sitio… Dichoso arquitecto. Olvídalo. Iré, otra vez, a casa del vecino que es amable y comprende los postureos estos de las paredes que van para acá y para allá… agotada me tienen. Hoy dormimos en la despensa, si quieres… Mira, ya no espero más que me lo hago encima, cariño. Hasta luego, no te conmociones psíquicamente por nada, querido. Total, una simple casa no nos va a quitar el apetito, mucho menos el sueño, ni va a evitar que defequemos. Ya veremos cómo arreglamos esto... Somos mayores de edad. Vuelvo en un pispás. Y ve sacando a la perrita a pasear por el descampado que tenemos en medio del salón. Pero acuérdate de la bolsita para recoger, por si las cacas… ¿Saludo al vecino de tu parte?
-No, gracias. Luego iré en persona que tengo ya ganas… de “saludarle”… hoy también.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©

Nota: Pido disculpas por algunas expresiones, un tanto escatológicas, pero aunque he intentado evitarlo por todos los medios, me ha resultad imposible no mentar ciertas necesidades fisiológicas en este relato.


No hay comentarios:

Publicar un comentario