Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

15 sept 2015

RENACIMIENTO

Merecemos nacer otra vez,
en el próximo aliento.
Y rasgar la cortina
de la madrugada compartida
o descorrer cierto tupido velo.

Escucho tu melodía naranja
como el cielo de un atardecer solitario.
y decido subir,
escalar hasta tu mirada,
para robar los residuos de tus lágrimas,
sus fulgores.
Liberarlos del cautiverio de un sueño
con la puerta cerrada a cal y canto.

Como una maga,
o un delirio humano,
nadar en los lagos de tus manos
y no ahogarme.

Vengo a empacharme de unos besos
que están esperando
desde el principio de los tiempos.
Me pertenecen, les pertenezco.
Tenemos una cita concertada.

El mundo podría desintegrarse,
en cualquier momento,
entre nuestros cuerpos, fundirse.
Tu cuello, mi cuello, tus brazos...
¡tus brazos!

No dejemos nada pendiente.
Podríamos olvidarnos...
y no merecer nacer de nuevo.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©



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