Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

7 oct 2015

DONDE ANIDARSE

Luz y resplandor.
Sombras,
proyectadas por las ramas
en las fachadas blancas
Tiembla el aire.
Sobre la cabeza un sol radiante.
Muchos recuerdos que se alojaron
en el nido de la mente.
Otros aún, serenamente,
reposan en el corazón.
¿Y los pájaros dónde fueron?
Tal vez en busca de aquellas flores
que nos cantaron…

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


Fotografía de una pajarera, hecha por Juan Fernández. 

2 comentarios:

  1. Los recuerdos que reposan en el corazon son los que valen. Y los pajaros quiza se hayan ido a cantar con las flores. Que bonito Angel. Un abrazo fuerte

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    1. Esos son los que tienen los cantares más dulces, sin duda. Los de la mente mejor dejarles estar...
      Gracias por tu comentario, Celia.

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