Para estar a la altura no se necesita ser alto.
Ni ser guapo, para ser bello.
Ni tener dinero para ser rico.
Tampoco tener cultura, para ser sabio.
Ni aprender a ladrar, para ser un leal compañero.
No necesitas saber escribir la palabra amigo, para serlo.
Ni tener buena vista para ver con claridad
o poder oír para estar atento.
No necesitas un metro para medir tus palabras,
siempre y cuando tengas conciencia de cada una de ellas
y del alcance que tienen, incluso las más cortas.
Para ser valiente no es necesario más que no esconderse
cuando tu miedo te lo ordene.
Y para ser responsable de tus actos, desobedecer a la mente.
No es necesario estar preso para no ser libre.
Ni usar el pasaporte para viajar, si tienes imaginación.
Para ser dulce no necesitas tomar azúcar.
Ni estudiar ingeniería, para ser ingenioso.
No hace falta parecer bueno para serlo.
No precisas firmar autógrafos, para ser importante
ni que reconozcan tu arte, para ser artista,
o que alguien te aplauda para ser alguien.
Que la sencillez también engrandece.
Y recuerda que, para sentirte querido, no necesitas a otro
mientras no te olvides de amarte a ti mismo.
No necesitas enfermar para ser paciente,
como tampoco ser paciente para tener paciencia.
Y para dar el "do de pecho" ante cierta enfermedad,
no tienes que ser cantante.
No necesitas disfrazarte de bombilla para ser luminoso
ni ser una estrella para ser brillante.
No necesitas equipaje para viajar.
La muerte llega y nos lleva a todos.
No olvides que estamos de paso pero no de paseo.
No necesitas buena memoria para tener presente
que el instante de ahora es lo único que tienes.
Ni tener alas para ser un ángel.
Pues un ángel no es un ave sino un mensajero.
Ángeles Córdoba Tordesillas ©