Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

18 jun 2016

TOMASA Y SU RISA CONGÉNITA

Tomasa lo toma todo a guasa. Muchos ya le han aconsejado que abra una carpintería o que se vaya fuera una buena temporada, a Dubái, por ejemplo, a ver si se distrae y así se tranquiliza…

“Pero si lo que me ocurre no tiene nada que ver con los nervios, aunque los tenga a flor de piel. Lo mío es de nacimiento. Es por alguna razón misteriosa, o que no comprendo, que las cosas normales me causan una risa inevitable y algunas veces contagiosa, y cuanto más seria me quiero poner, más me río.

Tendré que preguntar en la farmacia a ver si tienen algún remedio, al menos para aliviar los síntomas, ya sabemos que curar, no curan nada”.

Pero yendo para el establecimiento se dio cuenta de que no quería perder sus carcajadas, pues si cambiaba no sería ella. Así que se dio media vuelta y se fue a su casa, encendió el televisor y como pronto iban a comenzar Los informativos; su programa preferido, se fue a preparar algo de comer para ponerse cómoda, disfrutar del espectáculo y reír a pleno pulmón. 

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


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