Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

24 sept 2016

UN PUEBLO, COMO EL MÍO

Préstame un pueblo.
Para respirar en las mañanas
aire en libertad.
Escuchar el balido de las ovejas
y ver a un ternero mamar.
Reír observando a los niños,
felices, corretear,
y a dos perros, jugar,
cachorros todavía.
Los caballos al trote
pasear por el monte.
Los burritos cariñosos
esperando alguna golosina.
Las cabras curiosas
que te piden un hola
al pasar.
Las montañas a lo lejos,
sólidas y hermosas.
Los incomparables atardeceres
reflejados
en las aguas del embalse.
La nieve en invierno
cubriendo lo tejados
de las casas viejas.
Y en verano, el sol brillante.
Y esas primaveras inolvidables…
Abrazar
los troncos de lo árboles
que desnudos, de hojas en otoño,
siguen siendo elegantes.
Y saludos de caminantes,
sin prisa
que saborean cada minuto de su vida,
en contacto con la naturaleza.
Necesito un pueblo.
Lo necesito y lo quiero.
Aunque sea prestado.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©



8 comentarios:

  1. Que bonito y bien narrado, por cierto las fotografias desprenden ternura.Un beso

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    1. Era una preciosa escena de madre e hijo que me conmovió, Celia. La sencillez magnífica de la vida animal.

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  2. A mí también me han emocionado tanto el bello poema como las extraordinarias imágenes de la vaca y su ternero, una auténtica oda a la VIDA.Gracias hermanita !!

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    1. Es que es muy sensible ese corazón que tienes, que no te cabe en el pecho, mi David.

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  3. Un pueblo como el tuyo, ese que te conocen todos los aninales y te quieren porque saben que no les vas a hacer daño, que los miras con cariño y por eso no se apartan. Un pueblo como el tuyo en que la gente se vuelve para saludarte amable por la calle, Un pueblo con un agro hermoso, y su lago, y sus caminos por los que paseas contemplando la naturaleza y dejando que tus gafitas se embelesen con el paisaje. Con eso y su canesú.

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    1. Pues es el mejor retrato de mi pueblo que podías hacer, Manolo. Te lo agradezco sinceramente.
      Y también muy cierto que quiero a todos los animales. Cada día un poco más.

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    2. Y los animales a ti, seguro.

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    3. Gracias, Manolo. Creo que les caigo bien, al menos esa es la impresión que me dan.

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