Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

3 feb 2017

E-LEON-OR Y SU HONOR

Un perfume barato y mucha atracción al peligro.
Se sienta, y se siente cómoda, con extraños pasajeros en su vuelo y no es un avión ni avioneta siquiera. Pequeña ingenua… Ay, que me devora la preocupación por esta dama perdida en el tablero de la vida.
Resulta que tiene a quién recordarme por lo mucho que se parece a cierta joven que ya no lo es… felizmente salió casi ilesa de todo y viva, casi…
“Mírame a los ojos y miénteme una vez más”, le pide cada mañana a su espejo no mágico.
La risa se le congela de vez en cuando.
Cierta tristeza la apresa... pero tiene al fruto de su vientre, como una madre leona, 
entre los dientes, apretada.
Y arriesga y arriesga por si gana.
¡Cuánto amor le demuestra y cuanto mimo le asigna como paga!
Por ella y por sí misma, espero que no llegue nunca a lamentar lo que hace,
cuando no piensa lo que tendría que hacer, mientras no quiere pensar nada.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


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