Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

4 mar 2017

EL TIEMPO EN PERSONA Y ENAMORADO

Fue Cronos, llamado también la chispa de la vida o el dios del tiempo, fugaz, a buscar a Penélope, la esposa de un tal Ulises que quedó esperando a que el menda apareciese antes de llegar a anciana.

Como era algo “rata” y no le gustaba ni regalar un segundo chiquito, sin perder un ídem, le puso la miel en los labios a la mujer fiel, diciéndole que pasaría con ella el resto de su vida, si se olvidaba de aquél señor de barba, que se había largado para combatir en cierta guerra. Que sería muy feliz con él y tendrían hijos inteligentes, cuales dispositivos electrónicos.

-Los genes que tengo son de calidad inmejorable -le dijo-  ni destiñen ni encogen… y Saturno, oportuno abuelo, se portará con ellos como un verdadero maestro. Y así usted no vivirá sola que también se merece que la quieran.
-Señor, mire usted, soy una enamorada de mi marido, aunque sé que me ha salido concienciado por la patria, y demás, de una forma exagerada… e imagino que cuando no sea por Troya, será por “troyo” pero no puedo olvidarlo… y aunque nunca vuelva, nada conseguirá que le deje de amar, una vez amado…
-Bien, me ha quedado meridiano que es usted mujer leal y de una pieza. Me alejaré despacio, porque me rozan los zapatos. Me queda todo el tiempo del mundo; dado que soy su dueño y señor y lo manejo a mi antojo, e iré a llorar mi pena a otro lugar donde no llueva. Me gustaba el color raro de sus ojos y esas lagrimitas que le he estado viendo brotar, en estos últimos años que llevo observándola, brillantes como diamantes… Disculpe la molestia y siga usted esperando a ese afortunado lejano… Buenas tardes, noches... dependiendo de la hora a la que el lector nos lea.

(Y a partir de ese día, Penélope comenzó a envejecer)

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


Penélope-Joan Manuel Serrat

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