Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

21 jun 2017

¿Y QUÉ?

Viene de frente una señora con bolso rojo y gafas de sol con airbag de serie.

No voy a invitarle a un café, tampoco es eso. Me limito a sonreírle, como si se tratara de una estrella de cine, y a cederle el paso.

Me recuerda a otra mujer que se cruzó igualmente, en mi camino de la infancia, y por unos segundos sostuvimos las miradas; sin airbag de serie en las gafas, claro, porque todavía no se había inventado.

Es extraño, pienso, resulta que parece la misma, diría más... idéntica ¿Pero cómo es posible? Yo tenía cinco años, solamente, y ella parece tener todavía la misma edad; unos cuarenta y tres, calculo…

Y mientras divago, como el Doctor Zhivago, sobre lo inverosímil de estos encuentros, canales y puertos, causales o coincidencias vitales, ella se da la vuelta y retrocediendo sobre sus pasos, me susurra al oído:

-Sí, soy la misma... ¿y qué?
-¡Nada! No tiene importancia. Pero vamos, que esto mismo le pasa a otro y da para una película…- Le respondo yo. No sé ni cómo, porque me quedo muda de asombro. Pero intento disimular, para no quedar mal.
-Átate los cordones de ese zapato, a ver si te vas a caer.
-Eso mismo me dijo ella entonces, o sea usted.
-Lo sé.

Y sigue su camino como si tal causa.

Y es que el universo hace cosas, extraordinariamente, extrañas, para que te lleguen sus mensajes.Y, por cierto, es la última vez que escribo un relato corto con migraña surrealista y en tiempo presente. Ganas de complicarme la vida, a lo tonto...

Nota: El cordón no me lo ato, que se fastidie. Nadie me dice lo que tengo o no tengo que hacer y menos una desconocida que aparece dos veces en mi vida, sin razón aparente, y todavía no se ha presentado formalmente. Además... ¡ya no tengo cinco años!

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


4 comentarios:

  1. Si, por favor, sigue escribiendo "relatos con migraña surrealista y en tiempo presente...aunque mejor sin migraña, no es buena compañera ;)

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    1. Gracias, Chema, por tus ánimos idealistas.
      Feliz fin de semana, amigo.

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  2. Sigue escribiendo, pero sin migraña, ni surrealista, ni de ninguna clase. Lo haces tan bien, que a la migraña la vamos a mandar a freír churros.

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    1. Muchas gracias, Manolo.
      No sé quién está más cansada de quién... Si yo de ella o ella de mí.
      Un abrazo fuerte.

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