Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

25 ago 2017

¡Y ÉSTE ES SU GRAN CAMBIO!

Era tan menospreciado y ninguneado como un triángulo isósceles de joven. Y además cargaba con toda la poesía, que nadie quería, a sus espaldas de ángulo recto, por ser exageradamente buena persona.

No era materialista, abstracto un poco, qué carajo. Y por las noches, surrealista, lo mismo le daba al sur, que al real, que a la lista; ojo, que no hablo de sexo sino de música de saxo. Que sabía tocarlo de soslayo.

Nunca había aprendido a ponerse en forma ni en su sitio; el colmo para una figura de su talla XL,  ni a decir las verdades a gritos, como hacían los otros, con sus razones; sinceridad capciosa, ironizaba la osa.

En cuclillas se parecía a una planta tropical por las esquinas. Y tumbado, al Manco de Lepanto. Bueno, dejémoslo estar… de pie. Todo apunta a que es más feliz quien más horas pasa en horizontal pero bueno…

Y llegó el día de hacerse respetar, ¡tachán! Y poner en práctica lo que sabía. Su signo era leo, postizo, por ese renacer imprevisto que había tenido en 21 de agosto (día de eclipse lunar). Así que tendría arrestos suficientes para reafirmar su autoridad personal que era poca.

“Voy a afrontar lo que venga y a partir de ahora mi vida será solamente mía. No dejaré que nadie decida por mí, me diga lo que tengo que hacer, ni invada mi carril central. Esto es lo que me he prometido a mí mismo. Así que el que quiera avenirse conmigo, genial, y el que no… que siga su camino.”

-Una pizza cuatro estaciones, Federico, a la mesa tres.
-Ya la llevo. ¡Pero será de tres estaciones y a la mesa cuatro!

Ángeles Córdoba Tordesillas ©



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