Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

23 dic 2017

UNA VIDA CORRIENTE

En una de mis vidas anteriores -allá por el año treinta antes de Cristo- fui vendedora de castañas, de culo gordo, también llamada castañera, y diseñadora y fabricante de joyas.

Ésta era la razón por la cual portaba en los dedos de mis abrigados guantes, varios anillos con diamantes y collares de rubíes y otras piedras preciosas, hecho todo a mano y por mí misma. Algo que, inexplicablemente, parecía extrañarles sobremanera a mis clientes. Me refiero a que vendiera en la esquina de mi calle, castañas asadas, adornada con sortijas y collares. Es decir, que fuera "forrada" de esas piezas "joyeriles"-también llamadas alhajas-.

Como todavía no se había inventado la publicidad en los medios de comunicación de la época, aprovechaba a promocionarme mostrando mis creaciones artísticas, mientras daba la vuelta a las castañas con la paleta, para que no se quemaran, cuando las asaba, y hacía los cucuruchos de papel, donde las echaba.

Es curioso pero no recuerdo mucho más de esta vida, solamente que fui feliz y, a pesar de que no me hice rica, pude vivir con cierta holgura y tuve para viajar en burro hasta la China, subidos ambos en globo, claro. Allí aprendí medicina natural; aún retengo, mentalmente, algunas enseñanzas que aplico conmigo misma en la actualidad, y con todo aquél que confía en estos trajines terapéuticos alternativos-también llamados acupuntura-.

No tuve descendencia directa, creo que por falta de tiempo. Así que supongo que serían mis sobrinos nietos los que heredasen mis joyas y el brasero. No tengo ni idea. Bah, no me preocupan estas cosas.

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


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