Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

30 dic 2014

COMO SI NADA.

Nadie le había dicho que aprendiera a doblar la ropa y mucho menos se había tomado la molestia de enseñarle. Ahora Vicisitudes, tenía que ocuparse sola de su casa y del arreglo personal de su marido. Todo por haberse casado enamorada.

El marido, comerciante de pueblo, hombre sibarita,  honrado y trabajador de salario escaso -pues no daban las ventas como para comprar un cochazo- se había matriculado en una escuela de música a aprender piano clásico, para soportar la frustración de no tener auto propio.

Una vecina harta de los ensayos de Aurelio, que así se llamaba el tendero, vendedor de deliciosos caracoles maleantes, se paró frente a la puerta de la casa de Vicisitudes y de su marido, para expresar su fastidio y dispuesta a llegar por leyes adonde tuviera que llegar para que ese criminal del silencio terminara por siempre de darle a las teclas del tormentoso instrumento. Ring, ring:

-Buenas tardes, Apoteósica.
-No muy buenas, no. Y sé porqué lo digo. Tengo dolor de oídos hasta en la cena.
-Cáchis en la mar salada.
-Ya.
-Mi Aurelín que ensaya.
-No me venga con esas… Ya sé que ensaya, y no pasará de eso, es malo el condenado hasta para matar de aburrimiento a las moscas.
-¡Apoteósica… no será para tanto! Hablando se entiende la gente. Pase, pase… tal vez en su casa, se sienta sola, y lo que le apetezca sea charlar un poquito con gente de bien.
-En absoluto. Yo en todas partes me siento sola, no necesito su ayuda para eso, ni psicología inversa… ¡Faltaría más! Ni me  molesto en entrar, que yo sé lo que son estas cosas. Terminan como terminan… convenciéndome para que no les denuncie y comprando mi dignidad con regalos inútiles, invitándome a viajar por las Italias, pagándome las facturas del agua, el gas y la luz… y a lo mejor hasta me meten mano.
-¡Por Dios y por todos los santos! Eso nunca. No somos de tríos más que cuando jugamos al poker con los amigos, mientras no saquemos escalera de color, claro está. Y mi marido me ama hasta la extenuación, jamás se fijaría en otra. Y por su puesto, las facturas que se las pague su tatarabuela, por parte de padre, si vive, con el IVA incluido.
-Pues será un marido modélico, pero desde luego como músico es un total y absoluto tormento.
-Es muy dura con él… No le ha escuchado bien. Hace unos días que compone sus propias melodías. La última dedicada a usted, precisamente… hermosísima.
-Bah, no lo creo.
-Tengo la sensación de que esto le viene como resentimiento, desde que sacudí sin darme cuenta las migas del mantel, por la ventana, y cayeron sobre sus bragas tendidas al sol, como las de la Irene del Serrat.
-En absoluto. Créame, eso ya está olvidado. No me cambie de tema que lo que nos ocupa es muy grave. ¿A usted misma no le importa que su marido se pase toda la noche y la madrugada toca que te toca, ese maldito piano que está más desafinado que una rata vieja y ronca?
-Mire, yo también amo a mi marido hasta la extremaunción, me hace feliz que él lo sea, mientras zurzo los agujeros de sus calcetines, plancho y preparo la cena. Si su deseo es dedicarse a componer música en su tiempo libre, que haga lo que quiera… a mí… como si nada. Pero como nadar no sabe… pues lo que sea. Buenas tardes. Ha sido un gusto el saludarla.

                        FIN APOTEÓSICO CON SERENATA NOCTURNA

Ángeles Córdoba Tordesillas ©


De izquierda a derecha, Vicisitudes y Apoteósica, pinturita rápida, hecha con estas gafitas que Dios me ha dado.

9 comentarios:

  1. Apoteósica puede estar feliz de que al bueno de Aurelio no le haya dado por la batería. Creo que eso no lo soportaría ni el amor incondicional de Vicisitudes. Loco relato son música de fondo... o algo así.

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    1. Apoteósica va ya por la tercera vez que sube a casa de sus vecinos a expresar sus quejas pero, al parecer, en la última ocasión ya ha aceptado entrar a escuchar esa melodía que había compuesto para ella Aurelín. No le convenció del todo pero han pactado que si le compone una sinfonía completa no va a los tribunales, mientras duren las fiestas, eso sí. Gracias Francisco. Me parece que te gusta el piano más que la batería... de cocina.

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    2. Pues sí. Aunque toco fatal ambos instrumentos.

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    3. ¡Pues nada!... Quizás se te dé mejor...

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  2. Hace años tuve un vecino infante que tocaba el violín; para mi que tengo, creo yo, oído para la música, el niño rascaba el violín hasta conseguir del instrumento un sonido más parecido al maullar de un gato; alguna vez podía adivinarse alguna pieza musical, pero tan mal interpretada, que cualquier músico callejero lo habría hecho mejor. Era además un auténtico "pesao"; tal vez sus padres pensasen que tenían a un Sarasate en ciernes, pero lo cierto es que las horas que el nene "acariciaba" el violín, incordiaba un rato.
    De ahí que entiendo perfectamente la desesperación y el cabreo de Apoteósica ante el aporreo pianístico de Aurelio.
    Lo cuentas tan bien, tan divertido, y resulta tan sumamente original, que me ha encantado como siempre.

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    1. Disculpa Manolo, creí haber respondido ya a tu comentario. Por alguna razón no salió publicado. Te agradezco mucho tus elogios a estas traviesas historietas sin partitura. Es curioso como algunos os poneis de parte de una o de otra... cada uno habla de la feria, perdón, del concierto, según le va .

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  3. Fátima Reyes Garcia4 de enero de 2015, 1:12

    Jijjiji...si señora apeteòsica parodia,que se da mucho en la cotidiana convivencia comunal...única como siempre,Ángel.

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    1. Ya me gustaría saber... si tú eres de las que sacudes el mantel y dejas que las miguitas salgan disparadas sobre las ropa interior de tu vecina... o eres de la que se queda con resquemor por haber sido mancillada su ropa interior por el caer de esas "buenas migas"... como las que hacemos nosotras.
      Gracias, Fátima.

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