Desde mi nube y con gafitas

“Érase una vez un Ángel que del Cielo quiso bajar a la Tierra para experimentar lo que era ser humano. Adoptó la forma de mujer. Sólo bajó con lo puesto… unas preciosas gafitas que Dios le había regalado y una nube pequeña, desde donde miraba cada día todo lo que sucedía entre el Cielo y la Tierra. Sólo a través de esas gafitas podía ver nítidamente el mundo y a las personas que vivían en él. Sin ellas se sentía desorientada, perdida, pues todo se volvía invisible e incluso ella misma, ya que ni siquiera podía percibir su propio cuerpo. Esta historia está contada por ese ángel que, a través de la narración de sus peculiares observaciones, intenta representar el mundo que ve.”

Un día agarré mi media nube y mis gafitas (esas que Dios me ha dado) y fui a vivir a un lugar indeterminado entre la metáfora y el surrealismo. Desde entonces, estoy pagando la hipoteca con poemas, cuentos, relatos, novelas, dibujos, pinturas, fotografías… ¡canela fina! y otras especias.

Poco a poco o mucho a mucho, dependiendo del día, estado de ánimo y condiciones atmosféricas, suministraré género del bueno, fabricado a mano, con amor, humor y pasión.

Porque te quiero. Porque todo lo que hago es pensando en ti y con el corazón… de la única forma que sé vivir. Y estoy en ello, dispuesta a seguir haciéndolo con muchas ganas, para que tú lo puedas disfrutar. Ojalá sea así.

10 mar 2015

LA NUEVA RICA

Jennifer era una experta en codornices, columpios y fotogramas. En todo lo demás la torpeza personificada. Un verdadero desastre. Ya se lo decía su madre: “Hija no llegarás a nada en la vida porque eres una perfecta inútil… ni se casarán contigo”. Hasta la edad adulta creyó a pies juntillas las palabras de esa mujer que la había parido, según le habían contado, y como era muy inocente pensaba que como ella la conocía de bien, nadie la llegaría a conocer jamás. Menos mal que a partir de una edad aún prudencial, pues estaba viva, puso en duda esas palabras.

Le perdía el romanticismo a última hora de la tarde; con las siluetas de los amantes y el sol naranjita al fondo del paisaje… Tenía trescientos veintiún amigos y muchos fotogramas de cada uno de ellos. También de cientos de codornices de todos los colores y sabores. Sin saber cómo ni porqué, una tarde de esas romanticotas de película, se le ocurrió hacer un montaje con todo ello y lo vendió a un productor ruso al que le gustaba el cuscús y no le importaba mezclar los fotogramas con sus comidas. Pagó toda su fortuna por ello y acertó. Ese montaje llegó a ser conocido universalmente -actualmente en “Mytube”- y también Jennifer, lógicamente, como autora.

Ella hizo muchos más montajes originales y se los quitaban de las manos, casi sin darle tiempo a que los terminara. Le daban ataques de risa de los nervios y de la sorpresa. Pero los sobrellevó sin demasiada medicación.

Tuvo un gran éxito. Se vino arriba; pasó de vivir en el segundo, al ático del mismo edificio. Subió como la espuma en su bañera… se echó algunas sales y se dio un buen baño matutino, para relajarse. Mmmm, por fin… ¡agua caliente a diario!

Dejó de comer manitas de cerdo, que no le habían gustado nunca, y se pasó al caviar rumboso -tampoco le hacía mucha gracia, pero molaba más-, al marisco más fresco y al teatro de verdad, no al que fabricaba con sus fotogramas. Era una delicia escuchar los aplausos del público en vivo y en directo aunque no fueran para ella.

Se hizo la manicura mexicana y se añadió María al nombre, para darle algo más de importancia, ya que se había convertido de la noche a la mañana, en una mujer de renombre. Ah, se me olvidaba… el mismo día de la manicura, decidió hacerse las ingles brasileñas. Le iba lo internacional. Chica sencilla, por esta razón la he incluido en este apartado, pero ahora de éxito y con cierta popularidad. Y se compró crema para la cara…a ver qué era eso. Ese cutis seco, en el espejo, era una lástima.

De columpios, he olvidado hablar… Otro día será. Dios no le había llamado por ese camino ni por el de hacerse religiosa. Todo, no puede ser.

Y pensó que, ya que tenía tanta pasta, podría comprarse un buen calzado e irse un fin de semana, en plan discreto, a Marbella en globo, con unas gafas de sol bonitas, pantalones ceñidos de color teja con blusa azul cielo y perfume de lavanda.

La madre de Jennifer, está buscando otra hija… a la desesperada. Final feliz… para María Jennifer. Se lo merece. Me alegro mucho por ella, a pesar de que ahora no tenga tiempo de responderme a los mensajes de whasapp. Lo entiendo. María Jennifer, si lees esto, a ver si tienes la amabilidad… que no hay quien te localice, guapa.

                                             FIN Y PROSPERANDO…

Ángeles Córdoba Tordesillas 2014


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